El ser humano requiere de un suelo sobre el que caminar para poder saber quién es y en qué consiste la vida que le rodea. Para aprender el diálogo del mundo. El relato que se genera hoy es distinto del de mañana. Esta superposición de relatos, como texturas que encierran la actividad de lo humano, empequeñecen nuestros mundos y convierte las vidas en tendencias. Si a esto le añadimos una mirada crítica, vinculada al género, esa concatenación de relatos deviene en fórmulas exactas que aseguran una serie de asimetrías y herencias que aumentan el desorden del mundo de las mujeres, un mundo sometido a la doble jornada y a la carga mental; un mundo que es un bucle incesante de tareas personales y laborales imposibles de abordar.
La artista malagueña Ángeles Sioli hace propio, en su exposición ‘Acrobáticas’, este concepto clave de tiempo de tiempos y lo traslada al ámbito artístico arrojando sobre él una poderosa mirada feminista. La exposición, dividida en cuatro apartados conceptuales, pone en el centro de su discurso el bucle infinito y su efecto en los cuerpos-vidas de las mujeres. Merece la pena insistir en que, cuando hablamos de cuerpos, estamos hablando de las vidas de esas mujeres. Un cuerpo es, al fin y al cabo, reflejo de cómo se vive. En el apartado que nos da la bienvenida, “Algoritmo femenino singular”, parte compuesta por tres piezas que combinan tinta china sobre poliéster en vidrio compactado, Sioli ya advierte de lo que vamos a participar cuando nuestros ojos-cuerpo caminen por la sala. Criaturas acrobáticas que sobreviven en la cultura de lo cotidiano, a pesar de sus demandas. Atrapadas en un vuelo que es estático, inmóvil, paralizante. Que es siempre el mismo vuelo. Que fuerza sus cuerpos frágiles a adoptar posiciones imposibles frente a la violencia de la inteligencia de los obstáculos que cambian de forma, pero que siempre tienen el mismo fin. Impedir el vuelo de las mujeres, hacer del nuestro un mundo pequeño.
El cuarto apartado de la exposición, “Pasan los meses” está vinculado a este eje conceptual del tiempo de tiempos, ese bucle infinito a través del cual suceden los días, semanas y meses en las vidas-cuerpo de las mujeres. Sin embargo, en esta parte, Sioli introduce un elemento lúdico a la naturaleza discursiva de la exposición y, por ende, le concede características propias de la teoría del espectador pues esta reflexión que ella emplea a través de los doce dibujos de hojas y elementos vegetales sobre espejos que emplea como soportes, colores y acuarelas metalizadas combinadas sobre papel artesanal, tienen sentido cuando quien las observa los relaciona con la biografía propia. Es curioso cómo la memoria irrumpe en la cartografía de esta exposición. Con esta propuesta, con ese mestizaje entre papel artesanal, acuarelas, lápices de color y espejos como sustrato sobre el que crecen, la creadora tiende la mano al pensar lo común, esa biografía colectiva que tan determinante ha sido para la vida de las mujeres, biografía que representa nuestras opresiones, pero también nuestras libertades y esperanzas. Completa este cuarto apartado expositivo, “Pasan los días”, los siete días de la semana que se (re)presentan como piezas móviles, imágenes repetidas y repetitivas, que pueden moverse al antojo del espectador.
En la misma línea de investigación artística en torno a lo orgánico, aparecen, elegantes y espectaculares, las cuatro piezas que componen “Enredadera de Moebius”, posiblemente, las obras más importantes de esta exposición por el lenguaje artístico empleado y la idea desarrollada a través del mismo. Bucles vegetales que, cambian de tonalidad según sea la estación del año que representan, ofrecen al espectador la posibilidad de pensar sobre las vidas que son siempre las mismas vidas, esos bucles infinitos compuestos por tareas inabarcables. Hojas, tallos, ramas. Elementos que se combinan entre sí sobre un papel artesanal de alto gramaje que, como bien indica la artista en este mismo catálogo, dirigió su mano como si dirigiera su propia mirada artística. Un papel que juega a ser tela, idea que le permite a Sioli introducir un nuevo elemento de reflexión en esta exposición a partir del empleo de este soporte: el uso de la poética de la ficción cuando se pone al servicio del orden hegemónico. Elementos que suben y bajan, que se enredan y reconducen, incansables, exhaustos, repitiendo un mismo circuito sin fin.
La geografía de ‘Acrobáticas’ se completa con la instalación que le da nombre y que se erige como gran pieza ceremonial de la exposición. La disposición de las 24 criaturas que suspenden sus cuerpos en el aire, sostenidos por vidrio de Murano, adquieren la disposición de ritual para que seamos conscientes de la fragilidad y fortaleza que los cuerpos-vida de las mujeres acumulan, vuelos estáticos que anhelan ser vuelos propios para poder corregir las asimetrías heredadas y los límites que atrofian deseos. Una instalación colorista, a distintas alturas, que se acompaña por una obra en suelo, una caja de luz que representa la esperanza que todo destino espera, que toda sociedad solicita para alejarse de la barbarie. Esa luz propia de la esperanza – del arte, del pensamiento- que, lejos de ser algo efímero, se presenta como certero contrapoder. Sólo iluminando la vida de las mujeres, podremos completar la biografía de la humanidad.
Cristina Consuegra
EL PROYECTO “ACROBÁTICAS” PROPONE UNA REFLEXIÓN SOBRE EL PAPEL MULTIPLE QUE SE LE EXIGE A LAS MUJERES EN LA SOCIEDAD ACTUAL Y LAS CONSECUENCIAS DE NO EDUCAR EN IGUALDAD.
Las acrobacias son propias de las libélulas, criaturas de vuelo metálico. El batir de sus cuatro alas se produce de manera independiente en cada una de ellas con respecto a las otras, inspirando el diseño de muchas de las tecnologías del presente y las que se orientan al futuro. La libélulas son seres acrobáticos, el vuelo de estos ancestrales odonatos es bastante potente y ágil, siendo capaces de alcanzar velocidades altas, girar bruscamente, ceñir al viento, algunas llegan a realizar migraciones volando en bandadas e incluso pueden volar hacia atrás. Mis libélulas van saliendo de su vítrea atadura; desde su cápsula transparente vuelan, se posan y continúan meciéndose en sus equilibrios. En el vaivén baten sus alas en una suerte de balanza, pero ya no volverán atrás. Sólo las libélulas reales vuelan hacia atrás…
Las mujeres, con su doble, triple y “acrobática multipresencia”, obligada para unas jornadas multitareas interminables, son quienes han inspirado la elección de esta metáfora; libélulas, al fin y al cabo, en sus equilibrios y vuelos acrobáticos.
Este proyecto hace referencia a la doble carga de trabajo en un mismo espacio, tiempo y jornada realizado por la mujer y que podríamos denominar interminable. El desdoblamiento a que obliga esa presencia y la carga mental que la acompaña es un fenómeno que sufren de forma mayoritaria, teniendo repercusiones negativas en la salud física y mental, a causa del estrés, la ansiedad y la insatisfacción. Podríamos hablar de multipresencia si a lo anterior añadimos, dentro de la esfera doméstica, su papel en el trabajo reproductivo, insoslayable, y el que desempeña en la estabilidad de su entorno y en los cuidados, imprescindible; y si tenemos en cuenta, en la pública, su participación en el ámbito laboral y en el sociopolítico, a las que tiene pleno derecho.
De las primeras cargas y responsabilidades, educacionalmente impuestas en exclusiva y socialmente no resueltas por una falta de voluntad política y de insolidaridad en el ámbito íntimo, devienen situaciones de imposible conciliación con su desempeño en el publico, a causa de las cuales las mujeres ven limitado el disfrute de sus derechos y cercenadas las oportunidades laborales, ya que no se producen en condiciones de equidad con los hombres. Hete aquí la desigualdad de genero.
Esta estructura patriarcal, que tiende a considerar el género femenino como un todo homogéneo -nada mas lejos-, es el caldo de cultivo donde se genera la resistencia del masculino a perder sus privilegios.
Acrobáticas propone una reflexión dirigida a cómo se interrelacionan las múltiples actividades de las mujeres, y sus jornadas interminables. Entre estas actividades están las remuneradas y las no remuneradas, y la construcción de afectos que se gestan entre las dos. Cuidadoras y anónimas, en un anonimato que es alienante, una especie de privación de la existencia plena y autónoma. Una vida de trabajo y entrega a los demás; una opción de vida no elegida, en la sombra, abusiva, invisible y no reconocida.
María Ángeles Duran Heras, acuñó la expresión “jornada interminable”, titulo de uno de sus libros, publicado en España en 1986, poniendo en negro sobre blanco la voz y el lamento de generaciones de mujeres, de los que se encuentra rastro desde muchos siglos atrás. Es como entrar en un bucle sin fin, pero, a pesar de todo, hay que llegar a saber que si tuvo una entrada también tiene o tendrá una salida.
Indiscutiblemente, es un tema de derechos humanos, con plena vigencia hoy día. Las siguientes generaciones lo continúan desarrollando y denunciando, verbalmente y en sus publicaciones. Vamos camino del cambio, pero no podemos pensar solo en nuestro mundo cercano.
Si consideramos a escala mundial la aplicación de sus derechos –o mas bien su vulnerabilidad de conjunto-, las mujeres, que son mitad de la especie humana viven en diferentes circunstancias sociales y situaciones geopolíticas; así como en temporalidades y ritmos distintos, lo que conlleva una disparidad en sus oportunidades, y, sin embargo, la pérdida de su potencial de talento es un fenómeno global de inconmensurables dimensiones.
La toma de conciencia de todo esto nos tiene que llevar a la acción. Hay que educar en la igualdad. Hay que conectar las esperanzas de las mujeres del mundo -no somos libélulas-, y dejar de ser acrobáticas para llegar a ser mujeres libres.
Ángeles Sioli