Hay un punto de partida en sus últimos trabajos: las praderas de posidonias endémicas de nuestras aguas, el ecosistema con mayor complejidad del Mediterráneo, capaz de superar todo tipo de adversidades, a excepción del efecto del empuje del Hombre, cuya pulsión destructora va mas allá del propio instinto de supervivencia de la especie.
Paisajes imaginados a base de formas que la autora vislumbra y materializa con una poética absolutamente personal, expresada con gran delicadeza, mediante los que invoca la capacidad de la naturaleza, también de la humana, para trascenderse a si misma, con planteamientos cercanos a la Gelstat.
En estos “dioramas líquidos”, como gusta llamar a las piezas, configuradas por estratos yuxtapuestos de finas telas y veladuras de tintas, encapsulados en el agua-cristal, y no obstante lo argumentado anteriormente, el paisaje sugerido, sin mostrar la plenitud formal de las cosas, se revela apto para hablar por si mismo y sobre sí mismo.
Creaciones que pese a lo etéreo de su aspecto trasmiten la sensualidad de unos atributos duales formulados en los binomios rígido/flexible o blando/duro; y en las que la armonía cromática de gamas suaves; las transparencias ; los ritmos y la levedad, casi inmaterialidad, son algunas de las claves que articulan en lo plástico una obra concebida a modo de objeto-oxímorón, dadas la solidez y rotundidad de su respaldo teórico y discursivo.
I.H.
Texto II
Ángeles Sioli nos acerca a un mundo vestibular, fronterizo y sutil, en un acto de militancia elegíaco a la par que combativo, con la intención de imbuirnos el concepto y el sentimiento de fragilidad, apelando a la sensibilidad y al sentido común. Una serie de paisajes insinuados que evocan episodios significativos de la vulnerabilidad de lo esencial, de aquello que debería permanecer a salvo, incorporando elementos que representan grupos de riesgo. El punto de partida, el origen, es la reacción frente a las agresiones sufridas por las praderas de posidonias que tapizan amplias extensiones de lecho oceánico; el ecosistema clímax con mayor desarrollo y complejidad del Mediterráneo, endémico de nuestras aguas, fuente de vida dentro y fuera de ellas, que está cediendo al empuje humano y se halla en franca regresión. Este hábitat prioritario proporciona oxigenación, alimento y refugio a numerosas especies, así como consolidación del fondo marino y protección de las costas. Un comunidad con la suficiente fortaleza para contar entre sus individuos con el organismo mas grande y longevo jamás encontrado -8 kmts. y 100.000 años- y, por tanto, para superar todas las adversidades excepto el efecto depredador del hombre, que, lobo para si mismo, amenaza de muerte no solo a esta colectividad sino a todas las que dependen de ella, acuáticas, aéreas o terrestres, la suya incluida.
Paisajes imaginados a base de formas que la autora vislumbra y plasma con un lenguaje que le es familiar y que domina: el de la biología. Marjorie H. Nicolson dijo que vemos en la naturaleza aquello que se nos ha enseñado a ver. Pero el alcance de su discurso trasciende lo biológico para aproximarnos también a esos grupos humanos en grave peligro; a un esquema de sociedad a punto de colapsar por nuestra propia pulsión autodestructiva, a la que hace demasiado dio el relevo el instinto de supervivencia.
Un modo de ver y entender el mundo que nos remite a lo oriental preside esta obra. El paisaje sugerido y sin jerarquías habla por si mismo y del él mismo, con una indefinición ajena a mostrar la plenitud formal de las cosas, que se muestran imperfectas. La mirada de Ángeles invoca la capacidad de trascendencia de la naturaleza y el trasvase entre lo macro y lo micro y así, yendo de lo universal a lo particular y viceversa, recorremos un itinerario que va desde la denuncia de los atentados contra el medio ambiente y el abandono de la ética a mostrarnos un ámbito tan recóndito como el de su propio espíritu. Chantal Maillard en La sabiduría como estética recuerda que: “… no se trata de dar rienda suelta a la imaginación cumpliendo en la fantasía lo deseado, ni tampoco de materializar lo imaginado…se trata de comprender que el espíritu no distingue entre ambos reinos…. significa controlar la fuerza del universo, armonizarse con ella, comprender la esencia de la vida más allá de las apariencias a que da lugar…es acceder a la sabiduría y con ella al proceder mas genuino del artista: expresar la esencia….”
La sustancia de Oriente late en el talante lírico, el colorido suave y la trasparencia; la delicadeza del movimiento, con una ligera ondulación, de las gradaciones tonales y de la textura de los tejidos, cuidadosamente seleccionados en base al grosor, grano y brillo; En el uso de la tinta y el agua trabajados desde un conocimiento profundo, sin que coarte ni colisione con la espontaneidad del discurrir del pigmento, marcando el soporte con una sucesión de veladuras y depósitos de color a diversas intensidades y cotas, en un proceso controlado por la artista pero que también escapa a su gobierno en tanto que propicia los efectos inesperados de la expansión del líquido y el decantado de los posos. Nada más ligado a la plástica oriental que la expresión a través de la mancha; la técnica china Pomo, que incitaba a descubrir en una pieza de seda extendida sobre un muro en ruinas animales y plantas en movimiento, paisajes vivos con cielos, bosques y ríos. A. Chastel teorizó sobre la influencia de esta idea de paisajismo en occidente, encontrando ejemplos notables desde la Edad Media, con figuras como Leonardo Da Vinci en el Renacimiento antropocentrista, y en el romántico Friedrich; fenómeno por otra parte entendido como resultado de un cierto paralelismo espiritual. Pero también el trazo, el gesto casi caligráfico, elocuente, reducido casi a la brevedad del signo, significante y significado a un tiempo, como lo expresó el semiólogo R. Barthes en El imperio de los signos, libro dedicado al sistema simbólico de la escritura japonesa. Cortados en tela, el trazo simple, fusiforme o a modo de cintas, y la mancha, con los que apenas esboza elementos, se disponen en estratos yuxtapuestos encapsulados en cristal. Son sus dioramas líquidos, piezas tridimensionales o montadas para colgar, en los que, sin más intención que la de facilitar una lectura, encontramos tanto las posidonias, flotando, en ocasiones emergiendo de agua-cristal, para mirarnos y pedir auxilio en un susurro, como bandadas de aves o diversas escenas que se podrían ubicar en diferentes entornos. Armonía cromática y en los ritmos y levedad, casi inmaterialidad, así como la dualidad rígido/flexible, blando/duro, estático/dinámico, son las claves tonales en que se ha compuesto el conjunto.
Para Eliana Alemán: “Lo liminar enfatiza una situación de umbral: informa sobre el momento en que algo o alguien va a cambiar, y en esa medida, propone una mirada dinámica a fenómenos que no pueden explicarse con categorías estables… liminares son también los individuos que están ubicados en los límites sociales, donde se incluyen los desplazados”. A tenor de lo anterior, la vida contemporánea transita por espacios liminares casi a todos los niveles y en grado extremo, tal es la tensión a que se han sometido las relaciones del hombre con la naturaleza y con sus semejantes
En esta exposición en la que es tan importante la mirada, pienso en el ensayo de John Berger Mirar, en el que se refiere a las que en un tiempo intercambiaron el hombre y los animales, entonces unidos por un vínculo mutualista y sin escalafones; Todavía, el franciscanismo hizo suya esta horizontalización de los seres vivos y, sin emabargo, como es sabido, poco a poco el hombre redujo a los demás al estatus de domesticados. La filosofía oriental va más allá; en La otra cara de la Luna, Levi Strauss nos enseña cómo esta cultura es centrípeta en tanto que va del objeto al sujeto y se basa en el devenir, en el gesto, en la colectividad frente a la individualidad. Por ello es mayor su incidencia en poner a resguardo la herencia, tanto cultural como natural, ya que no nos pertenece en nuestra condición de meros usuarios. En la actualidad, lo más relevante en esta relación es la sobreexplotación y extinción de especies, muchas de ellas reducidas a esa suerte de reservas que son los zoológicos y parques temáticos, cuya finalidad no es ya su preservación sino el entretenimiento de la que se erigió en dominante. Desmond Morris fundamenta esta actitud en el alivio que supone observar el comportamiento artificial de los animales en cautividad, lo que puede ayudarnos a comprender, aceptar y vencer el estrés que supone vivir en las sociedades de consumo.
Chantal Maillard asegura que el camino de la historia es un callejón sin salida. Pero mas allá de que ya no vayan a suceder más cosas a través de ella, Francis Fukuyama en el tan recurrido El fin de la Historia, concebido en un ambiente de apocalípticas reflexiones a que abocó el milenarisno que nos tocó vivir hace unos años, enfatiza en el argumento de que la historia generalmente va determinada por la ciencia, que aún no ha encontrado sus límites. Por tanto, según parece, ha llegado la hora de la biología, cuyos logros alumbrarán lo que está por venir, y de manera muy especial, una nueva moral, apoyada en el trípode humanismo, cultura y ciencia, que consolidará los Derechos Humanos y también sus correspondientes deberes.
I. H.